Dentro de la barrera de coral australiana
10 Dic 2007 por Daniel García Peris
Salimos de madrugada desde Port Douglas hacia Cairns, allí está el muelle de los barcos de Quicksilver que nos llevaran a visitar una de las principales maravillas que la naturaleza nos ha regalado, la Gran Barrera de Coral.
Es un embarcadero pequeño, la gente va subiendo y se va situando dentro del catamarán. La tripulación nos hace de anfitriona mientras navegamos mar adentro durante aproximadamente hora y media. Dejamos atrás toda la línea de la costa, de un verdor intenso, poco cargado de cemento.
Mientras dura la travesía los monitores nos instruyen sobre todas las actividades que encontraremos una vez lleguemos organizando los grupos y los correspondientes horarios. Finalmente visualizaremos una plataforma lisa y atracaremos en el medio del mar. El pantalán Quicksilver, instalado en uno de los atolones de la Gran Barrera de Coral dedicado en exclusiva a hacer turismo. Eln el resto de la barrera, hasta 2.000 Km. de longitud, está totalmente prohibido al acceso humano.
La tripulación-monitores se sitúan rápidamente en su lugar, y este espacio hasta hace unos minutos desierto se convierte de pronto en todo un complejo turístico para hacer submarinismo, con o sin escafandra, viajar con un semisubmarino que tiene el fondo transparente y ver todo el coral, o trasladarte con una lancha a la plataforma de la cual se eleva el helicóptero haciendo visitas comentadas de este sitio único.
Sólo llegar a Quicksilver nos dirigimos al helicóptero. Fue impresionante ver la variedad de tonos turquesas, verdes y azules formando formas caprichosas. En un océano tan bravo como es el Pacífico las tortugas disfrutan mucho mientras no se acercan los tiburones.
Una vez finalizado el espectáculo aéreo nos dirigimos a hacer submarinismo con escafandra. Ideal si no tienes experiencia, y además te puedes sumergir con gafas o lentillas. La sensación es como estar en una pecera gigante, con multitud de peces de miles de colores, alrededor de todo el cuerpo. Un monitor los atrae dándoles de comer, otro vigila el grupo y un tercero lo filma todo para que el recuerdo sea imborrable para ti y rentable para Quicksilver. Antes también puedes comprar una cámara de fotos subacuática para completar la “turistada”.
Las actividades opcionales no son precisamente baratas pero quien se puede negar a conocer este mundo desconocido. Después nos dirigimos al self-service para la comida. Cada uno se coloca en las diferentes mesas como si fuese un pícnic y a continuación cogemos el semisubmarino con el fondo transparente para ver más fondo coralino.
Pasadas cuatro horas y cuatrocientas personas de todas las edades, el pantalán de Quicksilver vuelve a la inhóspita tranquilidad, después de habernos proporcionado una jornada inolvidable. Esperemos que el anunciado cambio climático no dañe esta joya de la naturaleza.
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ke bonito
LÁSTIMA QUE ESTÉ TAN LEJOS
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