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Pica del Abad RigolaApostar por el turismo cultural recuperando monumentos nos enriquece socialmente en una doble vertiente. Nos permite recuperar nuestra historia e impulsar la economía. En este sentido, Cataluña ha conseguido en más de 1.000 años sumar un patrimonio monumental inmenso: villas, castillos, monasterios, catedrales, masias, fábricas, colonias industriales, edificios góticos, modernistas y un largo etcétera, además de los artistas que lo han hecho posible de lo cual no somos conscientes de su potencial. El Món Sant Benet es un buen ejemplo de este objetivo de recuperación cultural e impulso económico, así como de la armonización de la administración pública y la iniciativa privada. Es de agradecer que Caixa Manresa haya llevado a cabo este proyecto para incrementar la oferta de turismo de calidad ofreciendo cada vez más alternativas al agotado "sol y playa".

El Món St Benet es un complejo turístico y museístico formado por cuatro espacios diferenciados en el tiempo pero con el nexo común del territorio y la historia de la sociedad catalana. La atracción principal es el restaurado monasterio benedictino de Sant Benet de Bages, declarado monumento nacional en 1931. Con una creación que se remonta 1.000 años atrás, sufrió diferentes épocas de esplendor y decadencia hasta que la desamortización de Mendizábal del año 1835 lo unió al club de edificios eclesiásticos abandonados. La familia del pintor Ramon Casas lo compró en 1907 y su amigo Josep Puig i Cadafalch dirigió la restauración y también la reforma de distintas estancias en residencia de veraneo. Así quedó hasta el año 2000 que fue vendido para ser un importante equipamiento turístico. Tuve la suerte que por trabajo pude entrar en ese mismo año y tengo que decir que el cambio es espectacular. En la visita, donde destaca el claustro con los capiteles románicos y la pila del Abad Frigola, le han añadido tres audiovisuales con una representación holográfica incluida de la consagración del obispo que la hace mucho más amena.

La Fundació Alícia es un espacio destinado a la investigación alimentaria –el  nombre de Alicia es resultado de unir el principio y el final de las palabras alimentación y ciencia– y es el elemento que tiene menos relación con el resto del complejo. El chef Ferran Adrià y el cardiólogo Valentí Fuster son padrinos de esta iniciativa que organiza varios talleres divulgativos para los visitantes. Con la entrada combinada que teníamos nos hicieron una charla descubriendo varios aromas y texturas de una cajita que te llevas de recuerdo. Que nadie espere hartarse, ni probar ningúna esferificación. Me pareció una actividad claramente a mejorar. No sé si los talleres gastronómicos dirigidos a grupos y familias serán mejores, aunque por el precio deberían serlo.

Las estancias de Ramon Casas me sorprendieron. Ubicadas en donde estaban las antiguas celdas de los monjes están conservadas con los muebles y la decoración propia de la familia del pintor. Nuevamente el museo utiliza la tecnología con proyecciones en sábanas y dentro de falsos cuadros para trasladarnos al primer tercio del siglo XX, mientras oímos las explicaciones del albañil que hace la reforma y la criada de la casa. Se pueden ver cinco pinturas de Ramon Casas. Un recorrido perfectamente calculado y que no permite volver atrás, al que quizás deberían “relajarlo" un poco para poder hacer una visita más completa.

Al lado del monasterio hay una antigua fábrica textil que la familia del pintor hizo construir cuando los negocios con Cuba mermaron al perder las colonias. Ahora las naves parecen vacías a la espera de una segunda fase. Sería una gran experiencia completar el complejo con un museo industrial del textil recuperando esta antigua fábrica. El canal para usar el agua del río parece intacto. Lo que es totalmente nuevo es el edificio La Fàbrica que ocupa parte de este espacio y donde se puede encontrar la recepción, las oficinas, la tienda con productos de toda Cataluña y un gran salón modular muy bien preparado para todo tipo de eventos con vistas al monasterio.

Tal como dice el eslogan del Món St Benet es todo "un mundo abierto a los sentidos" y totalmente recomendable visitar, pero cogiendo el eslogan de la Fundación Alicia –y de acuerdo con el recorrido un poco demasiado dirigido– es también "el arte de la dosificación".

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